martes, 22 de febrero de 2011

Sistema educativo finlandes

Sistema educativo finlandés

A las ocho de la mañana Marku Keijonen entra en la escuela. Tiene 42 años y es el director del colegio Porolahden Perus, de Helsinki. La primera actividad del día es encender el ordenador. "No es algo baladí, al abrir mi correo encuentro las cartas de los padres de alumnos que tengo que contestar". Las familias están en contacto permanente con el centro y es a los padres a quien debe rendir cuentas de su trabajo el colegio en primer lugar.

Finlandia. A este país de noches blancas y tinieblas eternas, según la estación que toque (ahora anochece a las cuatro de la tarde), las estadísticas le sonríen. El Forum Económico Mundial dice que tiene la economía más competitiva del mundo; es el país de la Europa de los Quince con una mayor difusión de periódicos por habitante (430 por cada 1.000); notable tasa de fecundidad, 1,7 hijos por mujer (la media de la UE es 1,4). Pero quizá son los resultados escolares de sus alumnos los que más alegrías les han dado en los últimos tiempos. El informe PISA 2003, que mide el rendimiento educativo de los países de la OCDE, se publicó hace un par de semanas y de nuevo coloca a Finlandia como el país ejemplar: son los primeros en matemáticas, en comprensión de la escritura y en cultura científica (con Japón).

Los profesores no saben muy bien el porqué de estos datos. Se invierte un 5,8% del PIB en educación, pero otros también lo hacen; su clima endiablado deja a los niños en casa al abrigo de los libros, pero en Islandia o en Dinamarca calor no hace; en sus aulas tienen los niveles de inmigración más bajos de la OCDE. Pero todas estas cosas no explican por sí solas el éxito repetido. Los profesores, y la misma ministra de Educación, Tuula Haatainen, lo atribuyen en gran medida a la sólida formación de los docentes y a un marco educativo muy claro.
El sistema educativo finlandés es público y gratuito desde que un niño nace hasta que hace el doctorado en la universidad. Pero además es obligatorio de los siete a los 16 años.
El Estado marca un 75% de enseñanzas comunes y el resto lo organiza el colegio con la participación activa de estudiantes y familias. La libertad para diseñar el día a día escolar es amplia, por tanto, no es fácil hablar del sistema de forma general. Pero hay algunos aspectos comunes. La formación de los profesores es uno de ellos. Todos tienen que pasar cinco años de carrera, un tercio de la cual será de contenido pedagógico. "No basta con saber matemáticas", dicen. Y la mayoría, como recuerda la ministra, tiene un año más de estudios, un máster.

Los profesores creen que su salario podría ser algo más elevado que los aproximadamente 2.300 euros brutos al mes; sin embargo, están contentos con las 13 semanas largas de vacaciones al año (los españoles tienen algo más de 16). La jornada semanal es de 37 horas aunque no todas sean de enseñanza en clase. Si se les pregunta, no dudan: son maestros por vocación y están motivados. Quizá porque gozan de valoración social y prestigio entre sus compatriotas "Por lo general contamos con la confianza de los padres, aunque eso va decayendo", presagia Tuula Tapaninen, la orientadora del colegio Porolahden Perus.

Al otro lado de Helsinki, la rectora del colegio Alppila, Aulikki Kalalahti, señala otro dato que explica la motivación de los maestros: "Tienen libertad para trabajar con los alumnos y ven que consiguen éxitos con ellos".

Codo con codo

Los profesores trabajan codo con codo con las familias, con las que mantienen una relación fluida. En enero el colegio Alppila organiza sus jornadas de presentación, a las que acuden los padres para conocer su método de trabajo. Si les gusta podrán optar libremente por matricular allí a sus hijos. Los padres pueden elegir el centro pero suelen quedarse en el más cercano. El Alppila mantiene con el centro de primaria que le corresponde por cercanía una estrecha sintonía que favorece el seguimiento de los alumnos hasta el final de la etapa obligatoria.

El 50% de los niños que se matriculan de los 13 a los 16 años en el colegio vienen de su centro adscrito, pero la otra mitad procede de cualquier rincón de Helsinki. El colegio se ha ganado una buena fama en comunicación y expresión. Es un ejemplo de un fenómeno reciente en la educación de la ciudad, la especialización de algunos centros en música, matemáticas, deportes... Cuando un alumno destaca en alguna de estas disciplinas los padres tratan de matricularlos en ellos.

Cuando las familias se acerquen a conocer el Alppila, la rectora les explicará que han recibido algún premio por cumplir fielmente con su programa: los profesores se propusieron trabajar en equipo, bien coordinados, y lo lograron con creces. La Administración les extendió un cheque de 28.000 euros. Se fueron de vacaciones a Hungría y se dieron una buena cena de Navidad. Eso fue el año pasado.

Cuando las cosas pintan peor, los profesionales del centro se prodigan en apoyos académicos y sociales para los alumnos. El número de estudiantes por clase ronda la veintena, pero si hay problemas académicos los sacan en grupos de 10 y les ponen al día. ¿Y si hay que repetir curso? "Será en los primeros años de primaria, cuanto antes", dice la rectora.

Ese es el principal reto que señalan los docentes: poder sacar a todos los alumnos adelante, vengan de donde vengan. Por eso, en cuanto atisban un problema ponen en marcha sus muchos mecanismos de prevención.

Si la cosa se complica, la Administración (local o nacional) se rasca de nuevo el bolsillo. El colegio está enclavado en un barrio con problemas sociales y ya de partida recibe más presupuesto que otros. "El año pasado tuvimos un problema y el municipio de Helsinki nos concedió 18.000 euros que se recibieron pronto". Con ese presupuesto la rectora contrató un profesor por horas que ayudó a los rezagados a hacer los deberes, entre otras cosas.

En Finlandia los centros tienen buenas instalaciones y equipamientos, pero también se percibe cierta austeridad. Una simple cartulina con papelitos pegados sirve a la rectora del Alppila para dejar constancia escrita de los propósitos educativos del curso. Y los cumplen.

Los alumnos también responden. Hacen sus deberes, que no son pocos, y no se quejan. Pero no son adolescentes de comportamiento angelical. Son como todos, y entre ellos empieza a cundir el desánimo, como señala el rector del centro Porolahden Perus.  Por ahora, cerca de un 60% de los alumnos sigue al bachillerato camino de la universidad y el resto se matricula en formación profesional. Es difícil encontrar a alguien que acabe sin su título.

Los finlandeses tienen un sistema educativo libre que rueda con fluidez, buenos maestros, familias que participan y dinero para afrontar las dificultades. Y una voluntad férrea para cumplir con el deber. El 85% de los finlandeses son luteranos. ¿Puede el espíritu de Lutero  inculcar esa suerte de responsabilidad personal en el carácter de maestros y alumnos? "Es posible", dice con seriedad el director del instituto Porolahden Perus. "Es la responsabilidad de que hay que cumplir. Pero eso tiene su lado malo: los profesores a veces se exigen tanto, que llegan a enfermar".
Éste es el secreto de los colegios en Finlandia

Llega la hora y los chavales suben apresurados las escaleras que conducen a las aulas. Una vez en ellas, se quitan los abrigos, desconectan las melodías de sus móviles, los guardan en sus mochilas y se disponen a recibir clase en el mejor sistema educativo del mundo. Así, al menos, lo acaba de determinar la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) después de examinar durante seis horas y media a 250.000 estudiantes de 15 años en 40 países. Finlandia obtuvo la mejor puntuación en las tres categorías que se evaluaron, Lectura, Matemáticas y Ciencias.

Todavía no me lo puedo creer», explica con tranquilidad. Los resultados han sido una gran sorpresa para nosotros, los alumnos».Agrada lo bien que se expresa la adolescente.
Muy probablemente habrá leído algo en el periódico. Tres de cada cuatro niños finlandeses de 15 años aseguran leer por placer todos los días y, a diferencia de otros chavales europeos, prefieren los periódicos, las revistas y los cómics a las obras de ficción.
Los finlandeses son conocidos por su modestia y Jenni no puede evitar ruborizarse mientras habla, pero sigue exponiendo con bastante coherencia las que ella cree que son las razones del éxito finlandés. «No nos consideramos superestudiantes. Nos limitamos a hacer los deberes y a estudiar para los exámenes. Si algún compañero se siente cansado y no tiene ganas de seguir todos los demás le animamos y tratamos de ayudarle».
En su lúcida candidez, Jenni acaba de dar una de las claves del sistema. Y es que por encima de los espectaculares resultados, lo que los expertos de la OCDE y de otros países han resaltado de las conclusiones del informe es la equidad del sistema finlandés.La diferencia de puntuación es muy escasa entre los mejores y los peores alumnos del país nórdico. Y los resultados de éstos últimos son bastante satisfactorios en relación con la media de los de la OCDE.
«Uno de los aspectos más importantes del sistema es que los profesores se aseguran de que ningún alumno se quede atrasado». Mientras Jenni atiende a las lecciones de su profesor de Matemáticas en clase, como ella en jersey y vaqueros -es casi imposible ver una corbata o un vestido en un instituto finlandés-, Erja Hoven se explaya orgullosa sobre Educación en el despacho de dirección de Ressu.
«No dividimos a los alumnos entre los que van mejor y los que necesitan más tiempo», prosigue. «Aquí todo el mundo es igual.No hay repetidores. No dejamos que ninguno se quede atrás. Si se nos presenta un problema con algún estudiante, lo tratamos inmediatamente con los demás profesores, sus padres, el director del colegio y un psicólogo».
Pero la atención a la diversidad y la confianza ciega en los sistemas comprensivos frente a los selectivos -esto es, en los sistemas que no separan a los alumnos en función de sus capacidades- no son las únicas claves del éxito finlandés.
HASTA LOS LAPICES GRATIS
Todos los días, después de haber dormido nueve horas, Jenni se levanta algo después de las 6 de la mañana en su casa de Malminkartano, un suburbio de Helsinki. Desayuna unas tostadas, se viste y se maquilla ligeramente y coge un tren que 45 minutos más tarde le deja en el centro de la capital, donde se encuentra Ressu.
Con 350 alumnos de entre 7 y 16 años, Ressu es una escuela mediana de las más de 4.300 de Enseñanza Básica del país. Las hay de hasta 900 alumnos, pero también de nada más que 10 en las zonas rurales. Hasta el 9º curso, el que estudia ella, la educación es obligatoria en el país báltico.
Hasta hace dos años, Jenni estudió al lado de casa, en el colegio de Malminkartano, pero en octavo decidió cambiarse siguiendo a unas amigas que cambiaron de casa y, consecuentemente, de escuela.Aunque los padres pueden elegir con casi total libertad el colegio de sus hijos, lo habitual es que acaben estudiando en el más cercano a casa, en parte porque, como acaba de demostrar el informe de la OCDE, apenas hay diferencias entre centros.
Ni en Malminkartano ni en Helsinki tuvo que pagar nada. La enseñanza obligatoria es absolutamente gratuita en Finlandia y el Estado paga no sólo los salarios de los profesores sino todo tipo de material escolar, desde los libros hasta el último lápiz.
Si el alumno vive a más de cinco kilómetros, el centro tiene que garantizar su transporte. Además, todos los alumnos reciben una comida caliente todos los días al mediodía que garantiza su buena alimentación, una medida que ha permanecido inalterable desde hace 50 años.
«De esa forma», comenta Hoven, que además de directora es profesora de Física, «Los alumnos y sus padres se muestran más receptivos hacia la enseñanza. Incluso hoy día hay algunos chavales de familias pobres que hacen su única comida caliente del día en la escuela».
Hoy hay pescado, patatas, ensalada, leche y pan en Ressu. A menudo, Jenni y sus amigas critican la comida de la escuela, pero se la comen con hambre.
«La verdad es que no pensamos mucho en ello», dice la niña, «pero nos damos cuenta de que somos muy afortunadas por disfrutar de un sistema en el que todo está pagado y no hay tasas». El Estado financia incluso los escasos colegios privados que existen. Universidades hay 20 -en un país de cinco millones de habitantes-, todas ellas públicas.
¿Una carga demasiado onerosa? No del todo. Finlandia invirtió en 2001 el 5,8% de su PIB en Educación. Es más que lo que invirtió España (4,9%), pero apenas dos décimas más que la media de los países desarrollados.
«Los resultados demuestran que el gasto por alumno tiene cierta relación con el rendimiento, pero no garantiza unos buenos resultados», explica Andreas Schleicher, jefe de la División de Análisis de Indicadores Educativos de la OCDE y uno de los coordinadores del reciente informe. «Austria, Corea, Finlandia o los Países Bajos han invertido bien su dinero, pero países que invierten mucho por alumno, como Italia o EEUU han quedado por debajo de la media». No se trata tanto de gastar más en Educación (que también) como de gastar mejor.
CUATRO IDIOMAS
«Tenemos unas siete u ocho horas de clase al día». Jenni aprovecha uno de los descansos de 15 minutos entre clase y clase para seguir contando cómo pasa un día de colegio. Desde hace dos años puede elegir algunas de las asignaturas que quiere estudiar, entre ellas Inglés y Francés. Ha cogido las dos. Además, estudia sueco obligatoriamente desde 3º. El sueco es la segunda lengua oficial de Finlandia, el idioma materno de cerca del 6% de la población.
Si quisiera, Jenni podría estudiar una cuarta lengua extranjera, alemán o ruso. Entre las asignaturas que también ha dejado de lado, están las manualidades y Economía del Hogar, pero no ha podido esquivar la Informática.
«Los ordenadores e Internet se han convertido en herramientas de uso diario en nuestras aulas. Enseñamos a los niños a manejarlos desde que tienen 7 años, desde el primer curso», asegura la directora Hoven.
En 1996 las autoridades educativas pusieron en marcha el programa LUMA, siglas de luonnontieteet ja matematiikka (Ciencias y Matemáticas, en finés). El objetivo era mejorar los resultados de los alumnos de todos los niveles en esas dos asignaturas. Para ello se formó a los profesores, se organizaron enseñanzas de carácter mucho más práctico y experimental y se invirtió mucho dinero en modernizar los laboratorios de los colegios e institutos y en adquirir ordenadores y programas informáticos.
LA PIEDRA ANGULAR
Pero desde el experto Schleicher hasta el último padre de los 500.000 estudiantes de Enseñanza Básica finlandeses están convencidos de que la piedra angular del éxito finlandés son los profesores.Hasta los alumnos lo reconocen. Jenni: «Se ve enseguida que un profesor está motivado cuando te anima a estudiar y siempre parece feliz. Ah, y no nos manda muchos deberes».
Su directora también cree que es la buena formación de los profesores finlandeses lo que explica los excelentes resultados. «Aquí los profesores están mejor preparados que en muchos otros países. Para dar clases se exige una titulación universitaria de carácter superior. Ser sólo un maestro de Primaria requiere seis años de carrera en la Universidad», enfatiza Hoven, con 21 años de experiencia.
El número total de profesores de Enseñanza Obligatoria ronda los 40.000. La proporción aproximada de alumnos por profesor en 2002 era de unos 14, más o menos la misma que en España y la media de los países desarrollados.
Lo que diferencia a los profesores finlandeses es que, como apunta el profesor Jouni Välijärvi, de la Universidad de Jyväskylä -hacia el centro del país- y coordinador del estudio de la OCDE en Finlandia en 2000, su formación está dirigida a que, además de perfectos conocedores de la materia que imparten, sean «auténticos expertos en Pedagogía». De ahí lo extenso que resulta su paso por la Universidad.
«En la cultura finlandesa, el profesor es visto como uno de los profesionales más importantes de la sociedad», continúa Välijärvi; «en consecuencia, se han invertido muchos recursos en la formación de maestros».
Los profesores, sin embargo, creen que a pesar de este reconocimiento cobran poco. «Es muy triste que tengamos unos sueldos tan bajos», se lamenta Hoven. «La paga depende del tiempo que el profesor lleve trabajando. Uno joven recién llegado al colegio puede ganar unos 1.600 euros brutos. Con los años puede llegar a ganar unos 2.400. Todo el mundo opina que es muy poco».
La OCDE da unas cifras un poco más altas, algo más de 26.000 euros brutos anuales para un recién llegado, más o menos el equivalente a la renta per capita del país (26.478 dólares, en 2002).
A pesar de ello, muchos jóvenes aspiran a convertirse en profesores.Y ello redunda en la calidad del sistema. Las universidades que ofrecen titulaciones de profesor sólo pueden aceptar al 15% de los alumnos que solicitan matricularse cada año. El 85% restante queda fuera. La selección es brutal y se garantiza que sólo los más brillantes terminan por acceder a las facultades.

Conclusiones:
Con maestros comprometidos, una excelente economía, alumnos responsables y familias invlucradas, se ha logrado una, se puede decir, excelente educación.
Se inicia desde temprano estas clases y los alumnos entran entusiasmados,  se ha a logrado gracias a que la escuela va de la mano con todas las familias y con las escuelas cercana.
Todo esto logra hacer que Finlandia además de que sea un país económicamente bueno lo sea educativamente y esto es una de las cosas que mas impulsan a los alumnos a ser excelentes estudiantres comprometidos, cumpliendo sus deberes y estudios.

Fuentes:

http://www.stecyl.es/prensa/041220_Escuela_Finlandia.htm

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